Como muchos sabréis, los días 21,22 y 23 de octubre se celebró lo que vino a llamarse la fiesta del cine; una iniciativa que permitía acudir a las salas adscritas por un precio de 2,90 euros la sesión. Comoquiera que quien os habla es pobre hasta el tuétano, decidi aprovechar tal circunstancia y fui a ver dos de las películas que más estaban dando que hablar: Gravity y Prisioneros.
Lo de Gravity casi que lo vamos a dejar para otro momento, porque tampoco es cosa de hacer dos artículos al precio de uno; así que voy a daros mi humilde opinión sobre Prisioneros, que para algunos es el thriller del año y del siglo y donde Lobezno saca las uñas pero de un modo más dramático.
Por cierto, antes que nada, quiero dejar claro que voy a hacer malabares con sandías para no cascarme ningún spoiler, así que tranquilos. Eso sí, la soltura y calidad del artículo pasará del mediocre habitual al deficiente, pero a quién le importa, soy una estrella.
Prisioneros viene recibiendo críticas arrolladoramente unánimes tanto de éste como del otro lado del Atlántico. En el III Encuentro de guionistas, celebrado en Bilbao el pasado fin de semana y del que he evitado hablaros para daros mucho la turra, se aludió al guión de Aaron Guzikowski como si de una joya se tratara (el mayor énfasis lo pusieron Manuel Hidalgo y Begoña del Teso, dos personas que han ejercido la crítica cinematográfica) y aquello no hizo más que acrecentar mi interés por la última película de Denis Villeneuve.
Si alguna duda me quedaba, tras consultar Filmaffinity (una de mis webs de referencia), y constatar que mis almas gemelas la tenían valorada con un relevante 8 de media, me fue imposible esquivar la necesidad de apuntarme a la fiesta del cine, porque, además, una fiesta sin el dr. Hackenbush es un cementerio, al igual que una casa sin ti es una oficina, que decía Sabina.
Villeneuve, director canadiense, ya había sorprendido a muchos con una película de 2010 titulada Incendies, y que narra la historia de dos hermanos cuya madre les deja dos cartas al morir, una para un hermano de quien desconocían su existencia y otra para un padre a quien creían muerto. El punto de partida es ciertamente interesante, y la intriga que se desarrolla a partir de ese momento también, lo que pasa es que, para mi gusto, abusa de un tempo excesivamente lento, recreándose y paladeando cada nueva escena con más pasión que la que despierta en el propio espectador.
Tuve la sensación de que el director y yo no disfrutábamos la historia del mismo modo, como si Villeneuve dirigiera para sí y en algunos momentos perdiera la referencia y olvidara ponerse en el lugar del espectador.
Por supuesto que todo lo que digo es una opinión muy personal, y de hecho la película está enormemente valorada y obtuvo varios galardones y nominaciones, pero no he podido evitar acordarme de ella al asistir al pase de Prisioneros.
Hay una cosa que las relaciona directamente: la intriga de su argumento, el misterio. En ambas existe una historia truculenta que desentrañar, y en ambas el espectador acompaña a sus protagonistas en la investigación, descubriendo las cosas a la vez que ellos. Ya en Incendies llegaba un momento en que descubrías lo que había sucedido de un modo, creo yo, que apenas dejaba lugar a dudas. A pesar de ello, la película sostenía el ritmo habitual y tardaba excesivamente, a mi juicio, en llegar a la resolución, convirtiendo el final (dramáticamente poderoso) en pólvora mojada.
Este problema se multiplica por diez en Prisioneros que, si bien tiene un arranque intenso y magníficamente dirigido, comienza a transitar rápidamente por los mismos derroteros que caracterizan el cine de este director canadiense pero con un agravante: en Prisioneros, salvo que te despistes con las palomitas, para antes de la hora de película ya sabes cuál es el final, o deberías saberlo, puesto que el banquete, a mi humilde entender, ha sido servido de un modo algo torpe.
Esto, que estoy seguro no les sucederá a todos, no es de por sí un problema si la película plantea seriamente otro tipo de cuestiones que sostengan el interés por la historia. De hecho, hay aspectos éticos y morales que sobrevuelan la narración desde casi el principio, pero, sorprendentemente, Villeneuve los desplaza a mitad de metraje para tratar de mantener una intriga que, vuelvo a decir, creo que estaba liquidada en sus aspectos más determinantes.
Para ser más concretos, el mayor error que le encuentro a la película es lo que todos señalan como el mayor acierto: su guión.
Creo que resulta excesivamente visible, está tan presente que no se puede evitar la sensación incómoda de que hay alguien ahí detrás escribiendo la historia y que quiere que en el minuto 100 pase X y por eso necesita meter Y en el minuto 40 (así es como se construyen generalmente las tramas, pero no debiera asomar a la superficie); la percepción, en resumen, de que no estás ante una historia que sucede delante de tus ojos, sino ante una película.
No quiero que esto parezca un desprecio al esfuerzo de Guzikowski, ni una falta de reconocimiento al enorme trabajo que lleva detrás la construcción arquitectónica de un thriller como éste; la dificultad es máxima y alcanzo a comprender el mérito enorme que tiene encajar todas y cada una de las piezas de un guión tan enrevesado como el de Prisioneros; pero no por ello puedo dejar de sentirme manipulado por una historia excesivamente mecánica y excesivamente excesiva, valga la redundancia, donde la mano tras el guión aparece constantemente para dirigir la historia por donde le conviene sin ocultar su presencia.
Ese es uno de los principales errores que veo en Prisioneros, y lo poco que soy capaz de decir sin desvelaros absolutamente nada. Tan poco os he querido desvelar que se me ha olvidado hasta decir que la película trata sobre la desaparición de dos niñas y los medios de que se sirve el padre de una de ellas (Hugh Jackman) cuando ve que la policía (personificada en un Jake Gyllenhaal que raya a gran nivel) no obtiene los resultados deseados.
A pesar de todo no quiero ser excesivamente malo con la película; daría el 40% de mi atractivo por poder escribir algún día algo semejante, así que espero que el señor Guzikowski (que a buen seguro es asiduo lector de esta web) no me lo tenga excesivamente en cuenta, como tampoco Denis Villeneuve, quien nos ofrece un thriller superior a la media (otra cosa es que la media sea más que floja) y dotado de una estética sombría, naturalista y oscura, que está muy lograda y que viene participada del acierto de los departamentos de fotografía y vestuario.
Pero no todo es leña para el pobre Guzikowski; Villeneuve, a quien se le nota que sabe lo que se hace detrás de una cámara (guste más o guste menos), también tiene lo suyo porque se dispersa en varios momentos, sin que aparente tener claro de lo que nos está hablando y de lo que quiere hablarnos, y eso penaliza el desarrollo áspero y tedioso de la trama.
Aún y todo, sí hay una cosa que le agradecí y en la que creo que acertó plenamente: el final, la última escena. Sin destripar nada, creo que ahí tenía la oportunidad de destrozar la película completamente convirtiéndola en un telefilme antenatresesco, pero logra esquivar ese peligro (no del todo, pero casi) con un honroso cierre.
De Gravity, ya hablaremos.