Aprovechando que Lucinda Williams se encuentra actualmente en plena gira de celebración del vigésimo aniversario de Car Wheels On A Gravel Road que la traerá al Reino Unido en verano, voy a hablaros un poco de esta joya de disco.
Corría el año 1998. Por aquel entonces Lucinda Williams llevaba ya a sus espaldas una carrera de 20 años, y estaba considerada una gran songwriter, pero era más una artista underground que otra cosa. Mary Chapin Carpenter ganó un Grammy a la mejor canción country en 1994 con una versión de “Passionate kisses” y artistas como Emmylou Harris o Tom Petty habían versionado temas de Lucinda, pero sus propios discos no habían tenido una gran acogida por parte del público. Sus primeros discos no tenían demasiada consistencia, pero su anterior obra, Sweet Old World (1992), ya era un disco de gran calidad, con gemas del estilo 100% Lucinda como “Something About What Happens When We Talk” o “Pineola”, canciones aparentemente simples pero con una gran carga emotiva y unos arreglos exquisitos.
Su siguiente obra iba a ser magistral. Todo el mundo involucrado en aquella grabación habla de ella como un auténtico infierno, debido fundamentalmente al excesivo perfeccionismo de Lucinda, pero ese perfeccionismo es el que hace de este disco una auténtica obra maestra. La aparente simplicidad, la emotividad y los arreglos exquisitos mencionados en el párrafo anterior adquieren en este LP unas cotas inalcanzables para casi cualquier mortal.
El disco se abre con “Right In Time”, donde los arreglos de guitarra de Gurf Morlix con unos maravillosos crescendos y las armonías vocales del gran Jim Lauderdale (uno de los muchos colaboradores ilustres de la escena country americana que aparecen en “Car Wheels”) hacen que una canción aparentemente simple de 4 acordes se clave en tu cerebro a la primera escucha.
A continuación tenemos la canción que da nombre al disco, donde destacan los arreglos de mandolina de Buddy Miller, otro ilustre de la escena country y que colabora en gran cantidad de temas de este LP. En esta canción aparecen por primera vez en el disco referencias a lugares del sur de Estados Unidos, cuya geografía es recorrida ampliamente en muchas de las canciones de las que aquí hablamos. En este caso aparecen Macon (Georgia) y Jackson (Mississippi). También aparecen en esta canción referencias a músicos admirados por Lucinda Williams (“Loretta’s singing on the radio”, “Hank’s voice on the radio”), referencias que también aparecerán en otras canciones.
La tercera joya es “2 Kool 2 Be 4-Gotten”, donde la guitarra con efecto trémolo de Gulf Morlix sirve de perfecto colchón a la voz de Lucinda, que con su poesía musicada nos hace un retrato de lo más profundo de Estados Unidos sin perder sus referencias habituales (“No dope smoking no beer sold after 12 o’clock / Rosedale Mississippi Magic City Juke Joint / Mr Johnson sings over in a corner by the bar / Sold his soul to the devil so he can play guitar”).
Seguimos con “Drunken Angel”, un precioso tema donde el country, el pop y el rock americano caminan de la mano, contando con la colaboración a las voces de nuevo de Jim Lauderdale y con la guitarra y la armónica de la leyenda Steve Earle. Casi nada!!!
El quinto tema es “Concrete And Barbed Wire”, un delicada canción con unos arreglos que sólo se pueden definir como perfectos. La forma en que crece desde un inicio sólo con Lucinda y su guitarra y cómo se van sumando la guitarra y la voz de Steve Earle, la guitarra slide, el acordeón, la percusiones… sublime. De nuevo aparecen referencias a distintos lugares (Algiers, el barrio de New Orleans situado frente al French Quarter, Opelousas, Louisiana).
“Lake Charles” sigue el camino marcado hasta ahora, presentándose como una preciosa canción con unos arreglos de acordeón y dobro perfectos, un Buddy Miller impecable a la guitarra eléctrica, unas voces sobresalientes de Lucinda y Jim Lauderdale, y sus habituales referencias a lugares (Lake Charles, Nacogdoches, Lafayette, Baton Rouge, Lake Ponchatrain) y a músicos (Howlin’ Wolf). La típica canción que cuando terminas de escucharla te das cuenta de que tienes erizados todos los pelos del cuerpo.
Con “Can’t Let Go” sube un poco el ritmo y nos adentramos en terrenos más blueseros que country. Una canción de desamor de letra “sencilla”, ritmo contagioso y gran solo de slide a cargo de otro ilustre de la escena, Johnny Lee Schell.
En “I Lost It” suben las revoluciones para acercarse al rock clásico, de nuevo con el manido tema de la pérdida en su letra, pero que en el caso de Lucinda no suena repetitivo.
Seguimos con “Metal Firecracker”, un tema estilo 100% Lucinda, de nuevo hablando de desamor, pero de nuevo sonando original, única, y sumamente adictiva. Los arreglos de guitarra de Gulf Morlix aquí son realmente deliciosos, y la voz de Steve Earle es el contrapunto perfecto a la de Lucinda. Como referencia habitual en las canciones de Lucinda, aquí menciona a los tejanos ZZ Top.
“Greenville” es una delicada pieza de estructura similar a “Concrete And Barbed Wire”, que va de menos a más, y donde es imposible no caer rendido a la voz más angelical que ha habido nunca, la de Miss Emmylou Harris. Y de nuevo una ciudad de los States que da título a una canción de Lucinda.
En “Still I Long For Your Kiss” encontramos una canción más estándar, más sencilla, pero donde todo encaja a la perfección, con un gran solo de guitarra de Johnny Lee Schell.
“Joy” es un blues oscuro pero divertido (I’m gonna go to west Memphis and look for my joy / Maybe in west Memphis I’ll find my joy), donde los sesioneros habituales del disco dieron rienda suelta a su musicalidad. Escuchándola sientes que fue la canción donde más disfrutaron durante la grabación –recordemos que Steve Earle dijo sobre la grabación de este disco «the least amount of fun I’ve had working on a record.» (la menor cantidad de diversión que he tenido en una grabación)-.
Para acabar tenemos “Jackson”, un blues rural que de nuevo va de menos a más, con unos arreglos perfectos y sus referencias a ciudades como Jackson, Lafayette o Baton Rouge.
“Car Wheels On A Gravel Road” es un disco de escucha obligada para cualquiera que ame la buena música, un clásico que marcó un antes y un después en una de las artistas más respetadas de la escena alt-country/americana, y uno de los discos que aparecen casi siempre que me planteo hacer una lista o un artículo con los mejores discos de la historia.
Keep on rockin’!
Dr. Pretorius