Una vez más hemos podido disfrutar por segunda vez del directo de Lucinda Williams en el Kafe Antzokia de Bilbao en menos de 4 años (si esto me lo hubiesen dicho a mediados de la pasada década no me lo hubiese creído).
Se ha podido leer mucho en la prensa generalista sobre Lucinda en la últimas fechas. Por razones que se me escapan, parece ser que Lu se ha convertido en una artista “mainstream” que es capaz de llenar salas en toda España, algo que no deja de asombrarme, a pesar de los grammys y demás premios que atesora. Espero que no sea un hype o que ahora sea cool escuchar americana. Y si es así, espero que en la próxima visita de grupos como US Rails o Johnny Kaplan el público acuda en masa como lo ha hecho con Lucinda.
Mi relación con la música de Lucinda viene de hace casi 10 años, cuando la descubrí gracias al popu. Y he de reconocer que, aunque estoy acostumbrado a las sonoridades country, su música no siempre entra a la primera. Si bien es cierto que “Car Wheels On A Gravel Road” es, sin lugar a dudas, una obra maestra que merece estar en cualquier lista de mejores discos de todos los tiempos y que encandila a la primera escucha, otros títulos como “West”, “Essence” o su último trabajo, “Blessed”, requieren de varias escuchas para ir sacándoles poco a poco todo el jugo que llevan dentro. Su música es en ocasiones introspectiva, otras veces más alegre, pero su voz tiene siempre ese deje melancólico que me hacen pensar en ella como la heredera directa de Gram Parsons. Aunque si para escuchar a Gram Parsons (o a los Flying Burrito Bros.) cualquier día es bueno, no me ocurre lo mismo con Lucinda. Para escuchar a la americana debo estar en un día más o menos alegre, porque como en un día que esté un poco de bajón se me ocurra escuchar “Out of Touch”, “Essence” o “Pineola” se me cae el alma al suelo y ya no me recupero. Porque su voz te cala en los huesos. Su forma de relatar, por ejemplo, como Sonny (amigo de su padre) se suicidó con un .44 y su familia le encontró muerto en la cama, cómo transcurrió el velatorio, con una poesía cruda y realista, hace que lo vivas en primera persona. Y que lo sientas. Y de la misma manera es capaz de cantar una escena cotidiana mucho más trivial como desayunar un café con huevos y beicon mientras escucha blues en la radio. Porque la música de Lucinda Williams trata de eso, de sentimiento. Del sentimiento que se esconde detrás de cada momento vivido.
Pero como no sólo de sentimiento vive el hombre, o en este caso la mujer, Lucinda se rodea siempre de los mejores músicos posibles. Si en su anterior visita vino acompañada por Buick 6 al completo, en formación de 2 guitarras, bajo y batería, en esta ocasión tan solo vino con David Sutton al bajo (que ha participado en sus dos últimos trabajos de estudio, “Blessed” y “Little Honey”) y Dough Pettibone a la guitarra (que participó en “Little Honey” y “West”). Así, si en su concierto de hace unos años pudimos disfrutar de un sonido similar al del maravilloso doble en directo “Live At The Fillmore”, en esta ocasión las canciones se presentaron mucho más desnudas, pero no por ello exentas de todos los detalles que son capaces de aportar estos grandes músicos. Tal vez la idea de presentar las canciones en un envoltorio mucho menos opulento venga de la edición de las “Kitchen Tapes”, las grabaciones de las canciones que forman parte de “Blessed” y que venían con la edición especial del disco.
Porque no olvidemos que la música de Lucinda es sencilla, 3 ó 4 acordes, ritmos 4/4, melodías sencillas… tal vez ahí radique parte de su éxito “mainstream” (lo pongo entre comillas porque llenó el Antzoki, no el BEC), y por eso su música admite arreglos que en manos de orfebres musicales como el señor Pettibone son auténticas golosinas sónicas.
Merece la pena mencionar también el hecho de que se atreviese con algunas piezas no demasiado conocidas de su repertorio en detrimento de algunos clásicos de su repertorio. De hecho, sólo les perdono el que no tocasen “Pineola” porque hicieron un “Come On” desgarrador!
Como nota “curiosa”, decir que durante el concierto, tal y como me comentó David al final del mismo, los músicos tuvieron muchísimos problemas de sonido a través de sus sistemas de monitorización (sin embargo, el sonido entre el público fue bastante bueno). Esto hizo que los músicos no terminasen de sentirse a gusto y como el público lo notó, ovacionó en un par de ocasiones a Lucinda y sus chicos, lo que provocó que llegasen a emocionarse y que nos regalasen, por el mismo precio, media hora más de concierto.
Esperemos volver a verla pronto por estos lares, a poder ser con nuevo disco bajo el brazo.
P.D. Los más que dignos teloneros fueron la WOP Band, recién llegados del SXSW americano y organizadores del festival Walk On Project, que tan buenos momentos nos ha dado los dos últimos años. Según nos dijeron, aprovecharon su viaje a los States para hacer contactos de cara a la elaboración del cartel de la próxima edición del festival, que se celebrará este próximo otoño en La Casilla. Ansioso estoy ya!!!
Keep on rockin’!
Dr. Pretorius