A medida que van pasando los días, me cuesta creer que Green Day estuviera en el BBK Live; pero estuvo, a pesar de que los meses previos se habían oído todo tipo de rumores sobre la banda: que si Billie Joe está en una clínica de desintoxicación, que si está en un psiquiátrico, que si ha cogido un empacho de cacahuetes… todas esas cosas que se dicen antes de la gira de una banda de estas características mediáticas.
¿Marketing?. ¿Realidad?. Lo único cierto en todo esto es que estuvieron en Bilbao aunque siempre habían rehuído este tipo de festivales, hasta el extremo de que, tal vez, el último fuera el «Bullet in a bible» (2005) que se montó expresamente para ellos y para editar un dvd con lo acontecido allí.
En Bilbao, y desde mi punto de vista, estuvieron geniales, brutales y magníficos.
Todo comenzó con una canción de Queen (conocida por todos los asistentes), seguida por una mítica de The Ramones (alguien disfrazado de conejo rosa animaba desde el escenario), y por la conocida melodía de una película del oeste, lo que dio paso a los Green Day sobre el escenario.
Desde el mismo comienzo se dedicaron a enlazar cada última nota de canción con la primera nota de la siguiente, al más puro estilo The Ramones (Dee Dee Ramone habría dicho «1, 2, 3,4» antes del cambio), sin dar un respiro al respetable.El repertorio estuvo acertado en todo momento, tocando casi todas sus canciones míticas y también algunas de las más recientes, manejando acertadamente la alternancia entre sus cortes más enérgicos y lo más relajados (que también los tienen). Un detalle llamativo del bolo es que no lo liquidaron con alguna canción de riffs enérgicos, sino con una pausada Good riddance en acústico, quizás transmitiéndonos su estado físico tras 150 minutos de vaciar adrenalina sobre el escenario.
Honestamente, salí de allí con la sensación de que habían dejado su listón altísimo, en una marca difícil de mejorar.
Uno de los momentos álgidos de su actuación fue cuando invitaron a un fan a subir al escenario y cantar con ellos. Huelga relatar aquí las emociones que dibujaba su semblante (alegría y asombro al mismo tiempo), pero la verdad es que tuvo la oportunidad de cantar junto a ellos y saludar a los componentes de la banda a medida que los compases de la canción avanzaban y el público enloquecía, sintiéndose, tal vez, representado en ese joven. Llegado el momento, Billie le condujo al lateral del escenario y le indicó el momento en que debía saltar sobre los asistentes, cosa que gustosamente hizo.
Este episodio se repitió más avanzado el bolo, cuando a Billie le llamó la atención el atuendo de otro fan: pantalón negro, camisa negra y corbata roja. Esta vestimenta era muy utilizada por la banda, así que Billie quiso agradecer el detalle invitándole también a subir al escenario y entregándole el micrófono para poder cantar casi la canción íntegra, con sus correspondientes botes, y después, tras recibir una camiseta de Green Day, emuló al anterior invitado y se lanzó sobre la masa.
Alguno que lea esto puede estar pensando que me olvido de un tercer fan, uno que salió al escenario y acompañó a la banda tocando la guitarra, pero en realidad no era otro que Joseph Marciano Armstrong, el hijo de Billy Joe.
Billie Joe y los suyos llevan sobre el escenario desde 1987, entonces bajo el nombre Sweet Children, en cuya formación aún no estaba Tré Cool como batería; y si algo han aprendido en esos 26 años es a manejar al público con maestría. Una prueba de ello es que, en cuanto percibieron un gesto de flaqueza en el público, se arrancaron con el Highway to hell de ACDC para revitalizar el concierto y evitar que nadie dejara de levitar ni por un instante al ritmo que marcaba la banda.
En resumen, sólo puedo decir que fue un concierto estupendo de una banda llamada Green Day que acabara siendo leyenda de la música, si es que aún no lo es.
Fotos de:
Nuestro agradicimiento a Stuart MacDonald de Music Snapper.