Por Dr. Pretorius
Tras asistir a uno de los conciertos que Fito y Fitipaldis han ofrecido en Bilbao en su última gira de teatros, salgo del show con una sensación agridulce.
La sensación agria me la da el hecho de que Fito se ha convertido ya en uno de esos artistas que haga lo que haga (desde marcarse unos pasos de rockanrol estilo guateque hasta darle un pico al técnico de guitarras) el público le ovacionará cerradamente. Por supuesto, para llegar a este nivel, Fito se lo ha tenido que currar mucho. No es ningún producto prefabricado de esos que tanto abundan hoy día en las televisiones de este país. Es un artista con una carrera sudada y al que el éxito le ha llegado después de mucho esfuerzo, tesón y dedicación. Pero el hecho de tener al público en el bolsillo de antemano tal vez provoque que no tenga que dar el 110% en cada show, porque, lógicamente, no le hace falta para ganarse al respetable.
Y la sensación dulce me la da un artista que, a pesar de haber llegado a ese nivel, no se apoltrona y se dedica a hacer lo mismo una y otra vez, sino que es valiente y apuesta por nuevas fórmulas y, sobre todo, por hacer lo que le pide el cuerpo, sin importarle la opinión de nadie. Porque el grueso del público de Fito es un público de radiofórmula, un público de melodía facilona y, a poder ser, lucecitas, pantallas gigantes y viejos trucos escénicos. Y en esta gira Fito le está dando a ese público autenticidad, clase y saber hacer, ni más ni menos. Junto con su mano derecha, Carlos Raya, y con una banda formidable, ha desnudado las canciones y las ha llevado hasta un formato mucho más íntimo. Esto no es algo nuevo, ya lo hicieron con bastante éxito gente como Clapton, los Stones, Alice in Chains, Nirvana o los pioneros Tesla (pioneros en esto de los unplugged, se entiende). Pero el hecho de utilizar instrumentos poco habituales en el imaginario rockero (y nada habituales en el imaginario pop actual) como mandolinas, fiddles, acordeones, clarinetes, banjos, etc., y el hecho de realizar un tour completo en este formato íntimo, con sólo un par de docenas de focos iluminando el escenario, hace de esta gira algo bastante inusual, al menos por estos lares. Fito ha hecho lo que le apetecía en este momento. Podría haber llevado a cabo otra gira por pabellones y estadios y haberse llenado los bolsillos, pero ha optado por una gira más intimista simplemente porque, como artista, lo necesitaba. Tal vez su cuenta corriente no esté muy de acuerdo con la decisión que ha adoptado, y puede que su público, aunque ovacione cada movimiento de ceja que haga, salga bastante desconcertado de un show como éste, pero su credibilidad como artista sale muy reforzada.
Espero ansioso su siguiente movimiento….