El pasado abril se cumplieron 15 años desde que la despollante aventura de El Nota y Walter, acompañados hasta el final (nunca mejor dicho) por un Donnie que no estaba en su elemento, llegara a nuestras pantallas bajo el título de El gran Lebowski
En su momento, los hermanos Coen no obtuvieron las críticas positivas que pudieran haberse esperado de quienes realizaron Fargo sólo un par de años antes (esta película, con sus 7 nominaciones al Oscar y una inolvidable Frances McDormand merecería entrada propia), pero con el tiempo fue ganando adeptos, descubridores y hasta adoradores de una filosofía de vida que ha traspasado la pantalla para transmutarse en fiestas como la Lebowski Fest o pseudoreligiones como el Dudeismo.
Mi pasión por esta película no llega a tales extremos y además este doctor se cuida de no exhibir su lozano cuerpo enfundado en ese tipo de batas para no traer a la policía recuerdos incómodos de un pasado oscuro de parques y calabozos, pero es una de mis comedias favoritas; y lo es en gran parte gracias al inmenso (en todos los sentidos) John Goodman, por el que siento debilidad y que se come la peli casi desde el comienzo
El argumento, por si queda algún despistado que aún no ha deseado jugar a los bolos viendo a Jesús (qué mito el Turturro), es bastante sencillo: El Nota, que es un pasota y un relajado de cojones, ve como unos malhechores orinan su alfombra tras confundirle con un multimillonario paralítico con el que comparte nombre. Esta circunstancia lleva al protagonista (que es pasota pero tiene dignidad para dar y regalar) a acudir a la mansión del Lebowski original a exigir una alfombra que restituya la que daba ambiente a su apartamento. Tras este encuentro, el millonario verá en El Nota al hombre que necesita para realizar el pago del rescate en el secuestro de su mujer, aunque ellos dudan de la versión
Los hermanos Coen se sirven de dos personajes radicalmente opuestos pero que comparten una amistad intensa: El Nota y Walter Sobchak, quien se empeña en ayudarle a llevar a cabo la misión que le han encomendado. Si antes hablábamos de un Nota pausado, relajado y pacifista, ahora hablamos de un Walter apasionado de las armas, explosivo, violento y que se niega a hacer nada en sabath, aunque eso ponga en riesgo la vida de otra persona. Ah, y para quien los bolos son su otra religión
http://www.youtube.com/watch?v=ZS9IbrPc5mQ
Es evidente que dos personajes tan dispares en una historia tan rocambolesca sólo pueden dar lugar a un auténtico desastre o a una genialidad; gracias a dios en este caso estamos hablando de lo segundo y no de una película que vaya a emitirse un domingo a las 15:40 en Antena 3.
Os comenté que andaba ocupadillo este mes, así que no os lío más y os dejo una escena del final (spoiler y todo eso); y quien no la haya visto que se ponga inmediatamente una bata, un ruso blanco, y la disfrute sobre la alfombra de su casa.
El lanzamiento (de cenizas) de Walter