¡Bienvenidos a una nueva Clase Magistral del Doctor Frederick Frankensguitar!
¡Vamos, siéntense! ¡Acomódense donde mejor les parezca! ¡No sean tímidos, pueden ocupar las filas de delante! ¡Vamos, que no voy a morderles! Igor puede que sí, pero yo no. Ja ja ja ja
Hoy vamos a analizar un caso psico-neurológico muy particular.
Seguro que todos ustedes tienen algún amigo que sufre la patología de la que vamos a hablar. Puede que incluso ustedes mismos la padezcan. Pero, para realizar un análisis apropiado, dentro del canon científico y de los postulados de la objetividad, hemos de despersonalizar al sujeto y tomar distancia respecto del mismo y de la situación. Por ello nos referiremos a él como “Jack”.
“Jack”, tras leer un libro o ver una serie o película, siente la irrefrenable necesidad de contárselo al prójimo; de compartir los parabienes de la obra que tanto entretenimiento le han proporcionado; de relatar los momentos álgidos, los fascinantes giros inesperados, las fantásticas chanzas que tanta hilaridad le han causado. Es una verborrea incontenible en la que destripa los pormenores y pormayores de las obras que aún no hemos… ejem… que el resto no han tenido ocasión de disfrutar. Se trata de un acto inmisericorde en el que produce una agonía terrible a las consabidas víctimas.
Para hallar respuesta a los enigmas que suscitan nuestro interés, primero habremos de plantearnos las preguntas pertinentes.
¿Qué impulsa a “Jack” a comportarse de esta manera? ¿Se trata de alguna clase de psicopatía? ¿Una sociopatía, tal vez? ¿Es que “Jack” no ve el dolor que causa a los demás? ¿Acaso no le importa? ¿Se trata, quizá, de la enfermiza necesidad de satisfacer un inconfesable placer depravado? ¿Una mera cuestión de falta de consideración o educación? ¿Incontinencia verbal? ¿Una cuestión de orgullo o egocentrismo; para demostrar lo que “Jack” sabe y el resto no? ¿Un mal entendido sentido de la generosidad en el que se pretende compartir la maravillosa experiencia que se acaba de vivir, privando así a los demás de su descubrimiento?
Seguramente, para cada caso, encontraríamos una respuesta distinta. Puede que incluso varias.
A veces, los entresijos de la mente humana son inescrutables y resulta imposible discernir las causas. Pero eso no implica que no se puedan probar posibles soluciones; experimentar con posibles metodologías para mitigar o eliminar dicho comportamiento obsesivo y pernicioso.
Si sometiéramos a “Jack” a una serie de pruebas para observar y analizar su respuesta, quizá podríamos abrir otra línea de investigación que confluyera con la de las causas y aportase más información.
Bien, pues a un buen amigo mío… quiero decir… a “Jack”, le sometí a una serie de estímulos verbales, para ver cuál era su reacción actitudinal, con el fin de implantarle un condicionamiento que modificase su patrón conductual y que se impusiera a su primer impulso inherente: destripar. Así pues, de forma absolutamente fría y aséptica, incondicionalmente profesional y científica, agarré por la pechera a “Jack” y le insinué con metódico, modulado y calculado tono amenazador lo siguiente: ¡Cállate! ¡Cáaaallateeee! ¡Porque como vuelvas a contarme otro libro que no he leído; otra serie, aunque sea un solo capítulo; otra película que no he visto, aunque sea sólo un trozo; una anécdota o algo “sin importancia”, te retiraré la palabra, dejarás de ser mi amigo y te mataré muy fuerte! ¿¡Me has entendido, maldito malnacido cabrón!? ¡¿Por qué me haces esto?! ¡A miiiiiiii! ¡Me quiero moriiiiir! (Lloros desconsolados)
En este caso, la respuesta de “Jack” al tratamiento fue excelente. ¡Todo un éxito! Aunque la tendencia innata de su actitud siga impulsándole a contar a los demás los secretos de la última creación de entretenimiento que ha consumido, su condicionamiento conductual y los nuevos valores implantados en su psique retienen ese impulso primario en un gesto de contracción de los labios, en un mohín y un leve gesto de dolor. Se detiene a preguntar si alguien más ha compartido la obra en cuestión y, si nadie más lo ha hecho, ensalzará dicha obra y animará a todo el mundo a que la vean, para así poder hablar con alguien de ella y dar rienda suelta a los efluvios orgásmicos contenidos en el continente de su mente. A veces tengo que recordarle a mi amigo… eh, jejeje, a “Jack”, que debe ser prudente, y que lo que cree que es un detalle trivial que se puede contar sin causar daño alguno, puede ser la pista o la clave sutil que revele un punto crucial de la trama; o que puede conducir a la imaginación hacia los secretos de la historia en cuestión; o a desvelar una trama de la historia. A veces, se puede ver a “Jack” sufrir un dolor psicosomático terrible, signo de la descomunal batalla que se está produciendo en su mente, entre su actitud verborreica y su conducta respetuosa. ¡Algo digno de admiración!
En otro caso de estudio, con otro “Jack”, el experimento no surtió el efecto deseado. De hecho, tras proferirle las pertinentes amenazas, hizo caso omiso de ellas y prosiguió con su diatriba. Así que decidí cambiar mi línea de actuación.
Actualmente, el otro “Jack” no sólo es sujeto de estudio, sino que está sujeto a la mesa de operaciones. He decidido probar un nuevo tratamiento simultáneo tanto físico como mental, en el que someto al otro “Jack” a una estimulación radical de los centros nerviosos y del dolor mediante intervenciones quirúrgicas precisas… Le estoy sometiendo a una vivisección; una evisceración. Estoy destripando a “Jack”, para ver si genera un condicionamiento positivo o una reacción más receptiva. Y no sé él, pero yo estoy respondiendo muy bien a este tratamiento. ¡Y lo estoy disfrutando de una manera gozosa e inconmensurable! JA JA JA JA JA… Desde el más escrupuloso y estricto punto de vista científico, naturalmente.
¡Creo que este es un buen momento para esa taza de chocolate caliente… FRAU… BRUJER!
¡¡¡¡KRA-KOOOOOMB!!! (Truenos y relámpagos)
¡¡¡¡ÑIIIIIIIIHAHAHAHHA!!!! (Relinchos histéricos de caballo)
JA JA JA JAAAAAAAA