“Esta es la historia del Huracán, el hombre al que las autoridades culparon por un
crimen que no había cometido”.
Posiblemente, estas frases sean uno de los estribillos más celebrados de Bob Dylan. Pertenece a la canción » Hurricane «, primer corte del disco Desire, editado en noviembre de 1975 por el sello Columbia.
La historia de Rubin “ Huracán” Carter ( 6 Mayo, 1937 – 20 Abril 2014 ), nos muestra las dos caras de la humanidad: el odio, el racismo, la corrupción,el amor, la fe, la superación y la lucha de quienes defienden la verdad aun enfrentandose al sistema.
«Huracán» Carter, como era conocido en el boxeo fué arrestado en 1966 junto a su amigo John Artis y acusado del asesinato de tres personas en New Jersey. Fué condenado a tres cadenas perpetuas por un jurado compuesto exclusivamente por blancos y testigos coaccionados por policias corruptos que no podían soportar el fulminante éxito deportivo de un negro.
Carter se encontraba en el mejor momento de su carrera, aspirante al título de Campeón mundial de peso Medio.
Carter y John, negaron en todo momento su implicación en los asesinatos, pasaron el detector de mentiras y los testigos no les reconocieron como los autores.
La historia de Carter atrajo la atención del cantante Bob Dylan y el también boxeador Mohamed Alí.
Dylan se reunió con Carter en prisión y comprobando que era inocente organizó varios conciertos benéficos para exponer su caso. En 1975 escribió la canción «Hurricane» uno de los mayores éxitos de Dylan.
La gira posterior al disco contó con el apoyo de artistas de la escena folk como Ramblin´ Jack Elliot, David Mansfield y Joan Baez logrando recaudar una gran cantidad de dinero y apoyo a Carter. La sociedad americana presionó lo suficiente para que hubiera una segunda revisión del caso donde un conocido y coaccionado delincuente que actuaba como principal testigo cambió su versión hasta en dos ocasiones y se les volvió a declarar culpables.
Nuevas pruebas y años de investigación llevaron en 1985 y por tercera vez el caso a juicio, donde un juez federal dictaminó que la Fiscalía había actuado de mala fe durante los dos juicios anteriores por la evidente discriminación racial y la escandalosa falta de rigor en las acusaciones y testimonios de los testigos. Rubin «Huracán» Carter fué por fin, puesto en libertad.
Desde entonces, Bob Dylan jamás ha vuelto a tocar en directo la canción “ Hurricane “.
La letra, por su parte, es casi una crónica periodística rebosante de indignación, alejándose del lado más poético de autor:
“Suenan disparos en el bar, por la noche.
Entra Patty Valentine y desde la entrada de arriba
ve al camarero en un charco de sangre.
Grita: “¡Dios mío, los han matado a todos!”
Ésta es la historia del Huracán,
el hombre al que las autoridades culparon
de un crimen que no había cometido.
Lo metieron en una celda, pero podría haberse convertido
en campeón del mundo.
Patty alcanza a ver tres cuerpos tirados en el suelo,
y a otro hombre, llamado Bello,
merodeando sospechosamente por la zona.
“No lo hice“, dice, y levanta sus manos.
“Yo sólo estaba robando en la caja“, usted me comprenderá.
“Yo los vi marchar“, dice, y se calla.
“Uno de nosotros debería llamar a la policía“.
Patty los llama,
y llegan a la escena del crimen con sus luces rojas
en la cálida noche de New Jersey.
Mientras tanto, lejos, al otro lado de la ciudad,
Rubin Carter y dos amigos van dando un paseo en coche.
El favorito para ganar el título de los pesos medios de boxeo.
No tiene ni idea de la mierda que le ésta a punto de caer encima,
cuando un policía los detiene y les manda parar en la cuneta.
Igual que la vez anterior, y la anterior, y la anterior.
Es así como funcionan las cosas en Paterson.
Si eres negro, mejor no salgas a la calle
a no ser que quieras que tu madre lo lamente.
Alfred Bello tenía un compañero,
y tenía una denuncia que comunicar a la policía.
Él y Arthur Dexter Bradley estaban merodeando por la zona.
“Vi a dos hombres correr“, dijo. “Dos tipos de peso medio“.
“Subieron a un coche blanco, con matrícula de fuera del estado“.
Y la señorita Patty Valentine asintió con la cabeza.
El policía les dice: “Esperar un momento chicos, éste no está muerto“.
Así que lo levantaron y lo llevaron al hospital
Y a pesar de que le costaba ver bien,
le preguntaron si podría identificar a los asesinos.
Las cuatro de la mañana, y detienen a Rubin.
Lo llevan hasta el hospital y suben hasta la habitación.
El hombre herido le mira a través del único ojo bueno que le queda
y dice: “¿Pero que me traéis aquí? ¡este no es el hombre!
Sí, ésta es la historia del Huracán.
El hombre al que las autoridades culparon
de un crimen que no había cometido.
Lo metieron en una celda, pero podría haberse convertido
en campeón del mundo.
Cuatro meses después, los guetos están que arden.
Rubin está en Sudamérica, boxeando por el título,
mientras Arthur Dexter Bradley, todavía metido en el caso del atraco,
esta siendo presionado por la policía, que busca a alguien a quien culpar
“¿Recuerdas aquel asesinato en el bar?”
“¿Recuerdas que dijiste que habías visto escapar un coche?”
“¿Crees que puedes jugar con la ley?”
“¿No crees que fue aquel boxeador al que viste correr aquella noche?”
“Recuerda que eres blanco”.
Arthur Dexter Bradley dijo que no estaba seguro.
“Un pobre chico como tu nos puede ayudar mucho”, le dice la policía.
“Te tenemos pillado por el trabajito del motel,
y podemos hablar con tu amigo Bello”.
“Venga, no tienes porqué volver a la cárcel. Sé un buen chico”.
“Le harás un favor a la sociedad”.
“Ése hijo de puta es un rebelde, y cada día que pasa es peor”.
“Queremos poner su culo en la cárcel”.
“Le culparemos del triple asesinato”.
“No es el Caballero Jim, precisamente”.
Rubin podía cargarse a un tipo con un solo golpe,
pero de ahí no pasaba.
“Es mi trabajo”, dice, “y lo hago por dinero”.
“Y una vez acabado, acabado está”.
Era un paraíso.
Nadaba en la abundancia y el aire era puro
campando a sus anchas por donde quería.
Pero lo cogieron y lo metieron en la cárcel,
donde convierten a los hombres en ratones.
Todas las cartas de Rubin estaban marcadas de antemano.
El juicio fue una farsa, nunca tuvo oportunidad alguna.
El juez convirtió a los testigos de Rubin en borrachos de los barrios bajos.
Para los chicos blancos que lo vieron, no era más que un negro loco.
Nadie dudó que él había apretado el gatillo.
Y aunque no tenían pistola para probarlo,
la policía dijo que había sido él el culpable.
Y el jurado de blancos les dio la razón.
Rubin Carter fue injustamente acusado.
El crimen fue portada de los medios, ¿adivinas quién testificó?
Bello y Bradley mintieron vilmente,
y los periódicos apoyaron la moción.
¿Cómo puede la vida de un hombre
estar en la palma de la mano de unos idiotas?
Ver como le metieron en esa encerrona
no podrá ayudarle en nada, pero me siento
avergonzado de vivir en una tierra
donde la justicia es un juego para muchos.
Ahora los verdaderos criminales, con sus abrigos y corbatas
son libres para beber martinis y ver salir el sol,
mientras Rubin se sienta como un Buda
en una celda de diez pies.
Un hombre inocente, en un infierno viviente.
Ésta es la historia del “Huracán” Carter,
pero no se acabará hasta que se limpie su nombre,
y le devuelvan el tiempo que le robaron.
Lo encerraron en una celda, pero podría haberse convertido
en campeón mundial.”
Carter se convirtió en un activista y defensor por la liberación de presos que habían sido condenados por crímenes que no habían cometido.
«Huracán» Carter murió de cáncer a los 76 años.
Un saludo,
Dr Ichabod.