Durante la semana pasada facebook se estuvo encargando de recordarme cada día que se acercaba mi fin de semana favorito del año, con mensajes de hace X años que publiqué tal o cual foto. Eso hacía que se me fuesen poniendo los dientes largos y que me dedicase a ir por los pasillos del curro tarareando Clean My Wounds, Sweet Soul Sister o Rock This Town, mientras en el grupo de whasapp creado al efecto, los doctores, de gustos eclécticos -estamos un metalero, un punk-rockero con regusto pop, un hard-rockero, un country-rocker…- íbamos organizándonos para el evento.
Y es que el Azkena es ese festival capaz de atraernos por igual a todos, a pesar de nuestros variados gustos musicales, por diferentes motivos. En primer lugar, evidentemente, por lo variado a nivel musical del cartel. Para mí sólo ver a Tesla y a Blackberry Smoke ya valía el precio de la entrada, mientras que por ejemplo, mi hermano el Dr. Schreck esperaba ansioso los bolos de Corrosion Of Conformity y Phil Anselmo, y el Jefe, Sir Dr. Frankensguitar, salivaba esperando ver a B-52’s.
Y el otro motivo evidente de atracción del ARF es que este festival es mucho más que música. Como repito cada año en cada artículo que escribo sobre el Azkena, este fin de semana supone compartir momentos con amigos que muchas veces trascienden lo meramente musical, convirtiendo estos dos días en un evento más emocional y cuasi-terapéutico que musical para muchos de nosotros.
Pero dejémonos de sentimentalismos baratos y vayamos al grano. El fin de semana comenzó con el concierto en la plaza de la Virgen Blanca de Tami Nielson el mediodía del viernes, que con su inmensa fuerza vocal y sus temas de corte rockabilly con dejes country y soul hizo disfrutar a todos los asistentes.
Tras comer en “Cuchi” y echar la sobremesa en una terracita de la Plaza Mayor –a cosas como ésta me refiero cuando digo que el ARF es mucho más que música- cargamos un poco las pilas para el inicio de la primera jornada en Mendizabala.
Abrimos las hostilidades con Inglorious, que venían a presentar su tercer disco, Ride To Nowhere. Está claro que Inglorious son la banda del prodigioso vocalista Nathan James, pero ver que había cambiado a más de la mitad de la banda desde su última visita a Bilbao hace año y medio -tan sólo se mantenía el batería- hizo que me diera un poco de bajón. Además Nathan James no terminó de estar cómodo durante el concierto, con varios cambios de micrófono y señas constantes a los técnicos de sonido. A pesar de ello, el concierto fue como mínimo de notable, y es que sólo poder escuchar la voz de este señor merece la pena, aunque los temas de su último disco se aparten ligeramente del hard-rock clásico que habían cultivado con sus dos primeras entregas, adentrándose en sonoridades más metaleras y ligeramente oscuras.
Continuamos con Deadland Ritual, el último “supergrupo” en el que han unido fuerzas Geezer Butler de Black Sabbath, Franky Perez de Apocalyptica, Matt Sorum de Guns N’ Roses y Velvet Revolver y Steve Stevens de Billy Idol y Kings Of Chaos. Como ya comenté en un artículo anterior, tenía miedo de que aquello se acabara convirtiendo en un gran karaoke, ya que estaba anunciado que el repertorio se iba a basar mayormente en temas de las bandas en las que habían militado sus miembros, pero al final tampoco hubo demasiado karaoke, ya que el repertorio no fue demasiado obvio, quitando War Pigs de Black Sabbath, Rebel Yell de Billy Idol y tal vez Slither de Velvet Revolver. De hecho no sonó ninguna canción de Guns ‘n Roses. Y descubrí a Steve Stevens, un guitarrista al que he de admitir que nunca había prestado atención pero que me dejó alucinado e hizo que se me olvidase que a esa misma hora tocaban Lucero en otro escenario. Mi idea era haber visto la mitad de Lucero y la mitad de Deadland Ritual, pero el señor Stevens no me dejó que apartase la vista de él.
Los siguientes en saltar a escena fueron los cabezas de cartel del festival, Stray Cats en su primer concierto de la gira de reunión celebrando el 40 aniversario de la banda, casi nada! Tuvieron al público a sus pies desde el primer momento –no había visto en la vida tantos rockabillies en Mendizabala- y dieron lo que se esperaba de ellos, un gran concierto de la mejor banda de rockabilly de la historia. Digamos que es un estilo de música que me da bastante por saco, pero con esta banda no me queda otra que hacer una excepción.
De allí fuimos a ver a Blackberry Smoke, los cuales se definen perfectamente a sí mismos con una frase que aparecía en una de las camisetas que vendían en el puesto de merchandising: “too rock for country, too country for rock”. Seguramente ello haga que los rockeros no terminen de pillarles el punto por parecerles demasiado blandos, y los más radicales amantes del country los consideren una aberración rockera, pero a mí me parecen una banda perfecta, con un sonido perfecto y unas canciones perfectas. Si se les puede poner un pero quizás sea precisamente eso, que son demasiado perfectos, y un toque de espontaneidad en algunos momentos no estaría de más, pero no voy a ser yo quien se queje, ya que seguramente fuese la segunda persona que más disfrutó viendo este concierto. El primero, por supuesto, fue Frank Hannon, guitarra de Tesla, al que no se le quitó la cara de felicidad en ningún momento mientras disfrutaba del concierto desde un lateral del escenario mientras hacía air-drumming.
De vuelta al escenario principal tocaba ver a los segundos cabezas de cartel del día, the B-52s, que despertaron críticas encontradas en el único show en el Estado de su gira de despedida. Es cierto que el cantante, por llamarlo de alguna forma, recordaba más a Leonardo Dantés que a otra cosa, pero hay que reconocer que Kate Pierson y Cindy Wilson saben dar espectáculo a pesar de que los años no pasan en balde, y la banda que les arropaba era un cañón, aunque el bajo sonaba excesivamente alto, tapando al resto de instrumentos. Los que esperaban ver a Led Zeppelin en el ’75 tal vez saliesen decepcionados, pero los que sabían a lo que iban lo disfrutaron y los que íbamos a verlas venir, sin expectativas pero sin prejuicios, lo pasamos bastante bien, la verdad.
Ya con las pilas avisando de falta de carga salimos del recinto al ritmo de The Hillbilly Moon Explosion. No tenía ya fuerzas para nada, pero me hice una nota mental: “ir a verlos la próxima vez que vengan por aquí cerca”.
El sábado arrancamos la tórrida mañana en la Virgen Blanca para ver a Danny And The Champions of the World. Con todo lo habituales que son por estos lares, no los había catado nunca y me gustaron mucho, con un sonido a rock americano clásico perfectamente ejecutado y con un pedal steel que sonaba a gloria.
Tras la opípara comida en cuadrilla de rigor, llegamos a Mendizabala para ver a Mt. Joy. Por momentos parecía que iban a sonar como los Stones en el Exile, pero esos momentos desaparecían rápidamente, fundiéndose en una mezcla folk-pop psicodélico donde la psicodelia no demasiado bien entendida podía sobre el folk-pop. Tienen potencial, pero no terminé de engancharme a su propuesta.
Así que me fui a pillar sitio para ver a Tesla, que les tenía unas ganas bárbaras. Y me dejaron completamente satisfecho. Un sonido espectacular, una banda perfectamente conjuntada y un cantante con una voz inimitable interpretando un repertorio plagado de clásicos de hard-rock de finales de los ’80. Para mí el concierto del festival. Y yo ya afónico a las 8 de la tarde!
Tras Tesla nos asomamos a ver a Neko Case, pero su propuesta se nos hizo excesivamente intimista para el subidón que llevábamos encima, así que fuimos raudos hacia el tercer escenario para ver a Corrosion Of Conformity, que consiguieron que no se me bajase ni un ápice la excitación de Tesla. Se hicieron, como estaba anunciado, el Deliverance prácticamente entero –aunque no en orden- ofreciendo un show donde no dieron tregua ni un segundo. Salvaje pero sin llegar a caer en el derroche de energía barata en el que se esconden muchas bandas que carecen del talento necesario.
Llegaba el turno de los cabezas de cartel del día, Wilco, momento que aprovechamos para recargar pilas y compartir momentos con la cuadrilla. Viendo los titulares, tal vez debería haber prestado más atención a Wilco, pero el compartir un bocata y un katxi de cerveza con los colegas sentado en el césped también forma parte del Azkena.
Nos acercamos luego a ver a Morgan, que con un estilo que podríamos definir como rock elegante encandilaron a todos los que se acercaron por allí. Ellos lo disfrutaron y se les notaba, y consiguieron contagiar su buen rollo al abundante público que tuvieron. Una banda con muy buenos temas, buenos músicos y una gran voz. Habrá que seguirles la pista en adelante.
Tocaba ahora ir a coger sitio para ver a The Cult en su primer concierto de la gira del 30 aniversario del Sonic Temple. Tal vez tenía las expectativas demasiado altas después del pedazo de concierto que nos ofrecieron hace dos años, pero salí ligeramente decepcionado. Y es que la banda suena cañón. Billy Duffy está a un nivel espectacular y los teclados de Damon Fox -líder de Bigelf- aportan al sonido un extra brutal, pero Ian Astbury no terminó de tener su día. Se le veía incómodo, quitándose y poniéndose constantemente el pinganillo, dando patadas y tratando de volcar sus monitores… Fue un gran concierto, pero le faltó ese extra que tal vez todos esperábamos tras lo vivido en 2017.
Para acabar la jornada nos acercamos a ver un poco a Phil Anselmo al frente de su nuevo proyecto, con el que ofrecieron un show basado en temas de Pantera, la banda que le lanzó a la fama. Trash metal clásico interpretado por uno de los personajes más influyentes del género, sin duda. Lástima que, una vez más, los técnicos de sonido no se atrevan a bajarle el volumen al bajo.
Pido disculpas a todos los grupos a los que no he mencionado en este artículo, pero ya se sabe que con esto de los solapes de horarios es imposible asistir a todo con un mínimo de tiempo como para poder escribir algo coherente y con sentido.
Con esto nos despedimos hasta el año que viene. Nos volvemos a ver el 19 y 20 de junio de 2020 en Vitoria-Gasteiz!
Keep on Rockin’!
Dr. Pretorius