¿Concierto de Zervezera en un cobertizo? No. Concierto de Kovertizo en una cervecera.
¡Días destemplados, Igor! Los conciertos, digo. Que parezco abocado a ir a conciertos en días destemplados. En éste último hacía entre fresco y frío; con la lluvia baqueteando un redoble constante. El incordio y la desgana invitaban a acogerse a sagrado en nuestras respectivas casas; recogidos en el cálido abrazo de nuestro hogar. Pero hubo quienes no cedimos a la indolencia.
El cielo plomizo no llegaba a cerrarse hasta el desánimo. La lluvia no llegaba a mojar tanto como era molesta. Y el frío no llegaba a entumecer como para el día desmerecer.
Así pues, la buena compaña clareaba el cielo, la buena jamada secaba el cuerpo y la buena música había de atemperar el alma. De Kovertizo era el concierto, por cierto. Y sucedió en lugar singular: Laugar.
El cuarteto se esmeró notablemente en la preparación, asegurándose de que todo sonara como dictaba la razón.
Un repertorio osado de suculentas versiones debía ofrecernos una versión más amable del inclemente día. Nos aprestamos entonces a ver, oír y sentir lo que su interpretación nos depararía.
Abrieron boca con Roxanne – The Police. Y la cosa empezó a fluir; esa efervescencia alegre y dicharachera; esa sensación buenrrollera. La música bien sonaba, la voz bien atinaba y el ambiente bien se caldeaba.
Y proseguimos con Creedence Clearwater Revival, El Último de la Fila, Eric Clapton, Dr. Deseo, AC/DC, Maná… entre otros. Recorrieron grandes clásicos y clásicos modernos con solvencia y diligencia. Kovertizo sabía lo que hacía. No se amedrentaban ante el desafío de estar a la altura de la música que ejecutaban. De hecho, no les faltaban arrestos para acometer canciones de algunas de las voces más destacadas del rock nacional e internacional como Luz Casal, Adele, Amaral y Tina Turner… y salir bien parados.
Kovertizo es un cuarteto repleto de amor musical. Un bajo profundo; un batería preciso; un guitarra vibrante; y una voz grave y, cuando era menester, rugiente. Un grupo formado por gente bregada cuyo fuego brota de ascuas imperecederas; atizadas para avivar la llama de la pasión; que les impulsa a tocar y sentir la emoción de transmitirnos su gozo, su sensación.
Terminaron su repertorio lanzando un Mensaje en una Botella (Message in a Bottle – The Police). Quien llevaba la voz cantante se puso en pie para este himno entonar y su júbilo nos entregar. Izamos bandera mientras los platillitos mágicos rociaron al público con sus metálicos chasquidos.
Pero la cosa no terminó ahí, pues el respetable clamó por más. Y raudos se aprestaron a satisfacer nuestras súplicas.
Es entonces cuando despidieron el concierto con una obra que nos iba a maravillar: Jolene de Dolly Parton. Y la música se alejó cabalgando hacia el sol crepuscular.
Y, sí, Igor, ya sé que tocaron tres canciones más; una de Brian Adams, Carolina de M-Clan y Don´t Stop Believin´ de Journey… pero, ¿por qué estropear un soberbio final con la mera realidad?