Por alguna razón que desconozco, me ha venido a la cabeza este título serbio de 2010 que saltó, sorpresivamente, a las páginas de la mayoría de periódicos nacionales cuando un juzgado de instrucción de Donosti prohibió cautelarmente su exhibición en el marco de la Semana de Cine Fantástico y de Terror a raíz de una una denuncia de la CONCAPA (Confederación Católica de Asociaciones de Padres de Alumnos).
Por si esto fuera poco, el director del Festival de Sitges fue acusado de exhibición de pornografía infantil (casi nada al aparato) y se armó la gorda en un país que, un año antes, ya había dado la nota calificando Saw VI como X.
Ni que decir tiene que la denuncia de la CONCAPA y la imputación de Ángel Sala solo consiguieron que muchos descuidados, entre los cuales me incluyo, mostráramos interés por conocer, de primera mano, qué cojones tendría A serbian film para hacer tanto ruido.
Por lo pronto no cabía duda de que estábamos hablando de una película de ficción; esto es, nadie nos estaba vendiendo esto como una suerte de Holocausto caníbal, donde su director, Ruggero Deodato, tuvo que declarar que los actores seguían vivos y no habían sido asesinados en el rodaje.
Entonces, ¿por qué toda esta mierda contra A serbian film? ¿No hemos dicho que es ficción?
Parece que el origen de las más furibundas críticas era la escena en la que una mujer da a luz a un bebé que es inmediatamente agarrado por un hombre que lo viola mientras ella deja asomar una pequeña sonrisa. La verdad es que la escena no es nada del otro jueves es cuanto a lo gráfico de la misma y me atrevería a decir que he visto muñecas de Famosa con más garbo que el muñeco violado. La cuestión a la que nos lleva es: ¿por qué no puede exhibirse una historia que contenga una escena ficticia en la que la violación de un bebé sea mostrada?
Creo que fue el propio director del Festival de Sitges quien dijo que se negaba a volver a ver la película una segunda vez pero que eso no significaba que no pudiera ser exhibida ante una audiencia adulta e informada de lo que se disponía a ver.
La escena del bebé es tan sólo la punta de un iceberg que se inicia con Milo, un antiguo actor porno, casado y con un hijo, que está pasando apuros económicos y a quien le ofrecen participar en unas películas experimentales que organiza un tal Vukmir. La depravación a la que se somete Milo es cada vez más intensa y su propia familia acabará formando involuntaria parte de ello, en un final bastante heavy que revuelve el estómago (más bien la mente) a base de bien.
Para el grueso de los espectadores la historia muere en la superficie, ahogada entre sangre, semen y sudor, y no hay razones que les empuje a buscar las explicaciones que el director (Srdan Spasojevic) se afana en dar allí donde le preguntan: críticas al cine actual tanto serbio como occidental, la sobreexplotación de un hombre para mantener a su familia, la sociedad corrupta y podrida de posguerra…
Quizás el amigo Srdan se pasó un poco porque, si tu intención es trasladar un mensaje al espectador, no puedes olvidarte de que un envoltorio tan excesivo puede acabar desviando la atención sobre lo que se quiere mostrar; salvo que lo que quisiera fuese escandalizar por escandalizar…
Sea como sea, o no encontró el tono adecuado para el vehículo en que quería lanzar su tema o no consiguió inventarse un tema que colara para el vehículo que había construído, así que, no puede decirse que estemos ante una película memorable.
Además, enseguida comenzaron a aparecer analistas y expertos en tertulias (rebuscando por youtube hallaréis varios) hablando de la abyección de la película del señor Spasojevic y del declive moral en el que se halla una humanidad que aplaude y jalea películas como la que hoy nos ocupa.
Sé que quizás suene impopular, pero no es comparable el desagradado y la repugnancia que me produjo el visionado de A serbian film con el que me produjo la actuación de la CONCAPA, de los distintos juzgados y de muchos (no todos) tertulianos y medios de comunicación; fue infinitamente mayor mi disgusto tras asistir a las lecciones de una banda de defensores de moral que el que me produjo la escena de la violación del bebé (ficticia, insisto, no sea que alguien por el mero hecho de pronunciarlo me cuelgue el cartel de psicópata pedófilo).
La realidad es que la película llegó a alcanzar, creo, más reconocimiento por su campaña en contra que por sus virtudes cinematográficas (bastante limitadas y lejanas a las que exhibe, por ejemplo, una de mis películas gore favoritas: A l´interieur), y con eso creo que algunos idiotas ya deberían hacerse de cruces (es lo suyo) y replantearse sus estrategias, porque sólo ellos y sus absurdas denuncias han conseguido que pasado este tiempo yo siga recordando A serbian film.