Se hace muy difícil hablar de música o de cualquier tipo de expresión artística cuando hay cientos de personas que mueren cada día en las residencias de ancianos y en los hospitales de todo el mundo sin que sus familiares y sus seres queridos se puedan despedir de ellos. Ante esta situación, cualquier cosa pasa a un segundo o un tercer plano.
Sirva como ejemplo el fallecimiento de músicos como Adam Schlesinger de Fountains of Wayne, o el contagio de John Prine, del que esperamos su pronta recuperación.
Pero la vida sigue y actualmente muchos de nosotros nos encontramos confinados entre las cuatro paredes de nuestras casas. Algunos tenemos la suerte de poder teletrabajar, pero para los que esto no es posible el día se les puede hacer muy largo.
Por eso multitud de artistas de todos los ámbitos se han volcado en regalarnos su arte para hacer más llevadero nuestro encierro. Músicos ofrecen conciertos en streaming o grabaciones de antiguos conciertos totalmente gratis, escritores permiten que te descargues en tu ebook o en pdf varias de sus obras por la patilla…
El problema de esto es que, una vez más, nos estamos acostumbrando a disponer del arte gratis. Porque el problema no lo tienen los Rolling Stones o nombres del estilo, a los que una cancelación de su última gira tampoco les va a arruinar ni va a impedir que paguen su hipoteca. El problema lo tienen los artistas más underground. Esa banda que había preparado tras meses de ensayos y grabaciones una gira por salas para presentar su último disco y que han tenido que cancelar a última hora, ese escritor que tras largas noches escribiendo se había autoeditado un libro que ahora no puede presentar, ese fotógrafo o pintor que iba a exponer en una sala ahora cerrada… Esas son las personas a las que verdaderamente les afecta esa situación.
Y es que las redes se están llenando últimamente de mensajes que invitan a apoyar al pequeño comercio y hostelería local una vez que termine la situación de confinamiento, y me parece perfecto, pero de igual manera tenemos que intentar apoyar a nuestros artistas y promotores locales cuando termine esta situación. En concreto, en el ámbito de la música, tratemos de comprar el disco de esa joven banda, o vayamos a ver los conciertos de bandas underground locales o internacionales que organizan muchas salas aun a riesgo de perder dinero, porque esa gente las está pasando y las va a pasar igual de canutas que nosotros cuando acabe todo esto, pero ellos nos están dando ahora su arte gratis, y tenemos que intentar devolverles el favor.
Y la próxima vez que haya un concierto cerca de vuestra casa y penséis que os da pereza ir y que mejor os quedáis en casita, acordaros de estas semanas encerrados y de las ganas que tenéis ahora de salir aunque sea a comprar el pan.
Os pido disculpas por haberme puesto tan intenso. En el próximo artículo prometo escribir sobre rocanrol, como siempre, y no sobre filosofadas.
Keep on Rockin’!
Dr. Pretorius